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Al otro lado del Río

Por: Lic. Gerardo Enrique Garibay Camarena

12/01/06

 

Desde hace ya varias décadas la migración ilegal ha sido un hecho presente en la frontera México-Estados Unidos; su crecimiento en los últimos años ha espantado a una parte de la sociedad norteamericana, a los racistas que contemplan como los hispanos (buena parte de ellos ilegales) se convierten en la primera minoría en el país de las barras y las estrellas, superando incluso a los negros.

 

El gobierno norteamericano desarrolló diversas estrategias para combatir este fenómeno, ha invertido millones de dólares en policías fronterizos, vehículos, cámaras, y toda la última tecnología, con resultados risiblemente inútiles. La determinación que tienen los mexicanos de cruzar ha probado ser más fuerte que la Bordee Patrol.

 

Por esto, (poniendo de pretexto el combate al terrorismo y el aumento en la delincuencia fronteriza) ahora los “gringos” buscan dar con una solución definitiva, el famoso “muro”, contra el que todos los actores políticos y sociales mexicanos han derramado océanos de saliva y tinta en días recientes. Se le ha calificado de ser una “vergüenza” y de ir en contra de los derechos humanos.

 

El tema tiene dos aristas: 1) ¿tienen derecho de construirlo? y 2) ¿servirá para algo? La respuesta a la primera pregunta es sí y a la segunda es no.

 

Podemos inconformarnos todo lo que queramos, pero finalmente es “su” país, y en él pueden hacer lo que quieran. México podrá protestar, sin embargo esas protestas serán meramente simbólicas, pues los norteamericanos están en el derecho de manejar su frontera como mejor les plazca; el construir un muro no va en contra de los derechos humanos, del mismo modo en que yo no afecto los derechos humanos de nadie si pongo una barda perimetral en algún terreno de mí propiedad. Lo anterior no excluye el hecho de que dicha construcción es un acto hostil en contra de nosotros, sus vecinos. Es pues, una majadería.

 

Esa es una cuestión, ahora, respecto a si será útil o no, vemos a simple vista que el citado muro está destinado a convertirse en un “elefante blanco”. Es la peor incoherencia en la política migratoria de Washington (lo que ya es decir mucho). Alegan que servirá para impedir la entrada de terroristas y narcotraficantes, además de  ilegales, pero debemos recordar que esta construcción ocuparía solo una tercera parte de la frontera, por lo que el único resultado sería el que se muevan las rutas de ingreso de los migrantes, eso sin contar que controlar una pared de 1000 KM representará un enorme gasto, y que acciones como esta vuelven aún más odiosos a los “gringos” ante el mundo (ante México con mayor razón) y los aíslan de la comunidad internacional, algo nada prudente cuando uno está efectuando una lucha contra el terrorismo.

 

En días recientes el gobernador de Texas y el propio George Bush se han pronunciado por un reenfoque de la propuesta, lo que permitiría reducir los muros, quizá solo a las zonas urbanas, pero los grupos xenofóbicos dentro de Estados Unidos que buscan parar la migración a buenas o a malas no se darán por vencidos. Ya han triunfado en la Cámara de Representantes y ahora será muy difícil que cedan.

 

El problema de fondo es la terrible disparidad entre los niveles de ingreso de uno y otro país. El vocero de Fox dijo que la mayoría de los ilegales tenían trabajo en México, concedido, pero el salario que percibían en su patria es una mínima parte del que ganan del otro lado del río. Para frenar la migración la única formula es que  los mexicanos tengamos acceso a empleos bien pagados y a oportunidades de desarrollo en nuestras propias comunidades. La solución al problema no está en manos de Estados Unidos, sino de México, aunque los norteamericanos podrían reducirlo a través de programas masivos de empleo temporal.

 

Mientras tanto, a pesar del racismo y de todos los muros, los migrantes seguirán arriesgando la vida para poder mandar dinero a sus familias y para encontrar el sueño americano, aquel sueño que, dice la leyenda, está al otro lado del río.

 

 

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