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El día después de Katrina

Por: Lic. Gerardo Enrique Garibay Camarena

02/09/05

 

En la era de CNN es común observar imágenes de la devastación causada por tragedias naturales, pero estas casi siempre ocurren en países subdesarrollados, generalmente las naciones del primer mundo tienen la capacidad logística y la previsión suficiente para contener los daños provocados por temblores, inundaciones o huracanes, sin embargo cuando la fuerza del evento es tan arrolladora como lo ha sido la de “Katrina” no hay mucho que hacer.

 

 

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El huracán Katrina, que asoló el sureste de los Estados Unidos, ha dejado prácticamente inhabitable la ciudad de Nueva Orleáns y ha cobrado (en el más optimista de los cálculos) cientos de muertos. Según algunos expertos su potencial destructivo superó incluso al del tsunami que hace unos meses sembró de muerte las costas del sur de Asia. Afortunadamente la capacidad de prevención y respuesta del gobierno norteamericano ha logrado evitar una catástrofe de proporciones bíblicas.

 

Aún así, lo que hemos visto esta semana debe ser una llamada de atención para los gobiernos y la sociedad en general. Es cierto que meteoros como Katrina ocurren en forma natural, pero su frecuencia y poder son aumentados por el desequilibrio ambiental generado por la contaminación y el calentamiento global.

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El cuidado de la Ecología debe convertirse en un tema prioritario, pero para lograrlo primero es necesario salvarlo de las garras de los “políticos progresistas”, “hippies”, “new ages” y demás fauna, que lo han secuestrado y llevado a la zona de lo “políticamente correcto”, donde abundan los discursos y escasean las acciones efectivas. No se trata de sembrar arbolitos, sino de aplicar herramientas efectivas que logren armonizar el desarrollo económico con el cuidado del medio en que vivimos, no se trata de izquierdas o derechas, sino de simple sentido común.

 

La base para un correcto equilibrio ecológico es  un grupo integral de acciones basadas en el aprovechamiento racional de los recursos ambientales, que estos representen una fuente de ingresos para las comunidades donde se encuentran. No hacerlo de este modo es condenar a nuestras exiguas reservas naturales a una rápida extinción, víctimas del desinterés, el contrabando y el consumo ilegal. Es necesario lograr un desarrollo sustentable, que no implique la destrucción del medio del cual obtenemos cobijo y sustento en aras de una ganancia a corto plazo.

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Esta misma semana se ha dado a conocer que el agujero existente en la Capa de Ozono, a la altura del polo sur, ha aumentado drásticamente su tamaño, a pesar de, (quizá gracias a) las políticas emprendidas a nivel mundial para controlar este problema. Las advertencias están ahí, frente a nuestros ojos, y por nuestro bien no debemos ignorarlas.

 

Las consecuencias del deterioro ambiental, como lo demostró cruelmente Katrina, no pueden ser evitadas, ni siquiera con prevención y millones de dólares en infraestructura, mejor ni pensar en lo que habría ocurrido si un fenómeno del mismo tipo hubiera ocurrido en nuestro país, donde nos andamos inundando con cada lluvia de mediana intensidad debido a que los drenajes de nuestras ciudades son en casi todos los casos viejos e insuficientes y nuestro sistema de presas es (por decirlo de modo amable) limitado.  

 

Todos nuestros actos tienen consecuencias, y el desequilibrio que provocamos en el medio ambiente empieza a generar resultados espeluznantes; si no se toman pasos claros para revertir esta tendencia pronto sufriremos las consecuencias en carne propia, es solo cuestión de tiempo antes de que a nosotros también nos visite “Catrina”.